EL CULTIVO DE LA PAZ
Por:
Augusto Benítez De La Ossa.
Especial para La Verdad. //.-
Recientemente
el gerente financiero de la DISTRIBUIDORA DE ALGODÓN NACIONAL DIAGONAL, manifestó
que el algodón debería ser considerado el “Cultivo de la Paz”. Esta afirmación
para quienes hemos visto su esplendor y decadencia, por ser durante muchos años
protagonistas de primera línea, sí que la consideramos válida.
Nuestro presidente obsesionado por la
paz, debería dar un viraje importante en su terca idea de no seguir ayudando al
cultivo estableciéndole precio de sustentación. Todos sabemos que después del
café es el gran generador de empleo, riqueza y bienestar en el campo.
La industria textilera colombiana es
consiente que si el cultivo en Colombia desaparece, los afectará severamente
porque la calidad de nuestro algodón es insuperable, no tanto por sus
características intrínsecas, sino porque sus maquinarias están acondicionadas
para el procesamiento de nuestra fibra.
Negar que el origen de la mayoría de
los conflictos agrarios en Colombia tienen su origen en la no atención oportuna
de las necesidades del campo, es desconocer nuestra realidad nacional. El Paro
Agra-rio de hace dos años y el reciente dan fe de lo que estamos afirmando.
Los acuerdos de La Habana tiene como
eje central al campo, por eso no entendemos como las políticas gubernamentales
no se enfocan desde ya a generar la estabilidad y bienestar en un cultivo que
por décadas ha sido generoso en ayudar al gobierno de turno en bajar las tasas
de desempleo. El algodonero colombiano y en especial el costeño, ven con
preocupación que esté esperando la llegada de los “muchachos” de La Habana para
que el campo marche al son que le toque la FARC.
Sería lastimoso que esto sucediera.
Pero, al paso que vamos y por las señales recibidas nos ponen en la
incertidumbre de que los nuevos formuladores de las políticas agropecuarias del
país están por llegar. Todos necesitamos la paz. Pero no se puede menospreciar
a los que históricamente les hemos puesto el pecho al viento en procura de
generar riqueza, empleo y estabilidad social, para ser relegados a un segundo
plano dentro de la agenda agraria nacional. El país necesita de la convivencia
que seguro nos traerán los acuerdos de La Habana, y desde ya nos estamos
alistando para analizar y decidir si votamos el plebiscito propuesto por el
gobierno Santos. Pero no podemos resignarnos a que la indolencia de esta
administración, ensimismada con los acuerdos Habaneros, nos relegue a un
segundo plano dando prioridad a los que históricamente han sido los
destructores de la riqueza nacional.
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