Por Abel Salazar Martínez
Redactor La Verdad.//.-
El Campo Santo. Es el lugar
donde nos reciben a todos, sin distingo de raza, color de piel, preferencias
ideológicas, religiosas o políticas.
Allí no se tiene en cuenta si eres pobre, muy
pobre; o al contrario, rico, o muy rico. Oh si eres gordo, muy pesado; o al
contrario, flaco muy liviano.
Después de estar en el cementerio, importa poco o nada los títulos
universitarios o su posición social. Si eres de clase alta, media o baja da
igual.
En el cementerio las clases sociales no existen.
Allí el presidente fallecido y sepultado es igual al méndigo, el senador, el
representante, el diputado, el gobernador, el alcalde, el concejal, el
personero, en fin todos y todas las que se creen personalidades de la vida
política, nacional, departa-mental o municipal.
En el cementerio son igual a todos los que allí
están. Todos y todas estas personas que se hacen elegir a cargos de elección
popular, en su mayoría, después de elegidos se olvidan que tienen un compromiso
con sus electores y se burlan tanto de quienes aún están en vida y que
podemos protestar exigiendo se cumpla
con lo prometido en los programas de gobierno.
Imagínate cual puede ser la obra pensada por esos
políticos para aquellas almas que yacen en paz en el campo santo, morada que
tarde o temprano ocuparemos.
Todos deberemos exigir que las administraciones de
turno echen una mirada hacia ese lugar olvidado llamado cementerio.
Muy a pesar de que ahí reposan muchos de nuestros
familiares, no nos importa que no cuente ni con las paredes de encerramiento y
en la mayoría de los meses del año está a oscuras, convirtiéndolo en una cueva
de vicios.
Hay que pensar que para un futuro no muy lejano el
actual campo santo se convertirá en un sitio que ya no tendrá campo para más
almas.
Oh como dice un refrán popular, no hay cama para
tanta gente. Solo resta sugerir a la administración municipal de manera humilde
o quienes aspiren a administrar este bello pueblo, robado por muchos y
defendidos por pocos, quienes aún guardamos la esperanza con la fe puesta en
Dios y en Jesucristo.
Si tenemos que morir debemos ser sepultados en un
lugar digno como lo demanda la ley de Dios. Recuerden lo que quiso decirnos y
enseñarnos en la poesía llamada La Miseria Humana, escrita por Gregorio
Escorcia que en una de sus estrofas dice:
“En esta mansión glacial donde lo futuro refleja,
se pudre la carne vieja como la carne jovial. Aquí el necio se hace igual al
urbano de ilustrada sociedad civilizada y aquí la diosa riqueza es igual a la
pobreza, todo es polvo y es nada.
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