El amor que enriquece a los hijos (1 Parte)

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Por:
Manuel Alfonso Caicedo.
Redactor La Verdad.//


Todos sabemos que los hijos necesitan amor. Pero, aun cuan-do la mayoría de los padres los amamos profundamente, no siempre sabemos comunicárselos de manera que ellos se sientan verdaderamente amados. Hay mucha confusión en los padres en cuanto a lo que quiere decir amar a nuestros hijos. Muchos creemos que el amor se comunica única-mente con caricias y frases cariñosas.

Aun cuando son indispensables, no bastan por si solas. Otros padres creen que amar a los hijos es estar pendiente de ellos permanentemente, sin embargo la continua sobreprotección de los padres, le da a entender al hijo erróneamente que es un incapaz.

Algunos padres creen que amar a los hijos es comprarles todo lo que se les antoja y esto los perjudica porque aprenden a “vender su amor” o a que ser valioso es tener mucho. Y para darles tanto, nos vemos obligados a trabajar demasiado y disponemos de poco tiempo para estar con ellos. Y este alejamiento por más regalos que les brindemos es interpretado por los hijos como falta de interés o amor por parte de sus padres. Hay otros padres que creen que amar a los hijos es vivirlos reprendiendo y castigándolos para formarlos como personas correctas. Pero la disciplina debe ser una enseñanza positiva en palabras y actitudes, respetando la dignidad del niño y haciéndolo sentir capaz y útil.

El amor que verdaderamente llega al corazón de los hijos, que les hace sentir que los amamos, se da cuando hay un profundo interés por ellos y un verdadero compromiso con su crianza. Se expresa cuando su bienestar y felicidad están primero que nuestra comodidad; cuando disfrutar de su compañía es más importante que cualquier otra actividad; cuando los tratamos con respeto y consideración como a nuestros más queridos amigos; cuando los cuidamos con más esmero que a cualquier joya; cuando los escuchamos con atención e interés y cuando los apoyamos en sus dificultades y aceptamos sus errores sin recriminarles por habernos fallado.

En otras palabras, el amor que sí ha-ce sentir a los hijos amados y valora-dos por sus padres debe ser incondicional; exige paciencia y tolerancia y requiere de calidad y cantidad de tiempo. Todo esto implica darle a la familia absoluta prioridad.

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