Por Ángel H.
Solórzano Álvarez
Especial para
La Verdad.//.-
Es noticia candente en estos días el desplazamiento
a la ciudad de La Habana del líder guerrillero Rodrigo Londoño Echeverry,
conocido bajo los alias de Timoleón Jiménez, Timochenko, para participar en los
diálogos de paz. Ha conllevado su presencia a serias críticas de diferentes
personajes de nuestro país. Si consideramos el diálogo como género, es la
capacidad de hablar con otro, que es elemento esencial para los grupos
sociales, pues les permite darse a conocer y enriquecerse con ideas y posturas
nuevas. Eso sí sin perder los principios y entregar el todo o nada. Su dignidad
y la de los demás.
Leyendo documentos de
entidades confiables comprometidas en la solución del conflicto armado en
nuestro país como DNP, Medicina legal, Comisión de Memoria Histórica y Observatorio
de Derechos Humanos, Ministerio de Defensa y otros nos revelan unas cifras por
demás escalofriantes, veamos: tenemos el ejército más grande de América Latina
de 35.000 en 1964 cuando se funda las FARC y el ELN, creció a 285.000 soldados
en el 2011; segundo país en gastos militares en América Latina con $20
billones; más de 3 millones de hectáreas han sido abandonadas por efectos de la
violencia; campesinos, ganaderos y agricultores han quedado en la ruina; uno de
los tres países con más personas desplazadas del planeta después de Sudán e
Irak; $6.3 billones, es la inversión presupuestada para la reparación de las
víctimas y la restitución de tierras para el 2013 y 2014; 534.285 homicidios;
49.678 secuestros; 2.644 masacres; 31.671 integrantes de las AUC se
desmovilizaron; en la actualidad 9.000 combatientes de las FARC; 2.900 del ELN.
Buscando solucionar esta realidad el gobierno
creó en el 2006 la Alta Consejería para la Reintegración, hoy llamada Agencia
Colombiana para la Reintegración ACR un proceso que busca que los grupos
ilegales alzados en armas dejen atrás sus actividades ilícitas y retornen a la
vida civil.
A este respecto, es útil
enfocarse que es in-creíble que en nuestro país más de tres gene-raciones hayan
nacido y crecido sin poder decir que Colombia es un país en paz. Detrás de los
números de un conflicto armado se esconden tragedias personales. Millones de
hombres, mujeres y niños son víctimas de la violencia, millones de desplazados
y miles de personas que han sido reclutados por los grupos armados ilegales.
¡Una gran tragedia nacional!
Desde luego, un 80% de los
empresarios están de acuerdo con los diálogos, les conviene por la inversión,
más empleos, precios bajos al consumidor, pero muchos plantean no darle trabajo
a los futuros exguerrilleros. Y mientras los colombianos pagamos un impuesto
para la paz, el 65% de los empresarios no quieren pagar un impuesto por la
misma paz, a pesar que también sienten en carne propia el hastío por la
violencia como fenómeno latente y creciente.
REFLEXION
Y qué significa la paz?
Significa reconciliación. Que los colombianos vivamos en medio de las
diferencias. Que seamos capaces de acoger a quienes han decidido dejar las
armas como un medio de vida. Que entendamos que ese acto está lleno de riesgos
y que quien sigue creyendo en el camino de la guerra, hará todo lo posible para
que no se dejen las armas. Y quienes dejen las armas tendrán la presión de los
que aún las empuñan para evitar que se conviertan en un ejemplo a seguir por
los que todavía se resisten al logro de la paz.
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