PEDRO CLAVER Y SU DEFENSA DEL PROJIMO

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Por Ángel H. Álvarez Solórzano
Especial para La Verdad

Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, en su obra Jesús de Nazaret, Editorial Planeta, hace unos serios y trascendentales planteamientos, refiriéndose a la Parábola del buen Samaritano (Lucas 10 - 25-37) que a ciencia cierta, considero tiene semejanzas para darle así la importancia de la verdadera dimensión histórica del legado que nos dejó nuestro Santo Patrono Pedro Claver Corberó: “En el centro de la historia del buen

samaritano se plantea la pregunta fundamental del hombre. Es un doctor de la Ley, por tanto un maestro de la exegesis quien se la plantea al Señor: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?” (10,25). Lucas añade que el doctor le hace la pregunta a Jesús para ponerlo a prueba”.

La pregunta, en concreto, es: ¿Quién es “el prójimo”? La respuesta habitual, que podía apoyarse también en textos de la Escritura, era que el “prójimo” significaba “connacional”. El pueblo formaba una comunidad solidaria en la que cada uno tenía responsabilidades para con el otro, en la que cada uno era sostenido por el conjunto y, así, debía considerar al otro “como a sí mismo” como parte de ese conjunto que le asignaba su espacio vital. Entonces, los extranjeros, las gentes pertenecientes a otro pueblo, ¿no eran “prójimos”? Esto iba en contra de la Escritura, que exhortaba a amar precisa-mente también a los extranjeros.

“Entonces aparece aquí el samaritano. ¿Qué es lo que hace? No se pregunta hasta dónde llega su obligación de solidaridad ni tampoco cuáles son los méritos necesarios para alcanzar la vida eterna. Ocurre algo muy diferente: se le rompe el corazón. El evangelio utiliza la palabra que en hebreo hacía referencia originalmente al seno materno y la dedicación materna. Se le conmovieron las “entrañas”, en lo profundo del alma, al ver el estado en que había quedado ese hombre. “Le dio lástima” traducimos hoy en día, suavizando la vivacidad original del texto. En virtud del rayo de compasión que le llegó al alma, él mismo se convirtió en prójimo, por encima de cualquier consideración o peligro. Por tanto, aquí la pregunta cambia: no se trata de establecer quién sea o no mi prójimo entre los demás. Se trata de mí mismo. Yo tengo que convertirme en prójimo, de forma que el otro cuente para mí tanto como “yo mismo”.

Si la pregunta hubiera sido: “¿Es también el samaritano mi prójimo?”, dada la situación, la respuesta habría sido un “no” más bien rotundo. Pero Jesús da la vuelta a la pregunta: el samaritano, el forastero, se hace él mismo prójimo y me muestra que yo, en lo íntimo de mí mismo, debo aprender desde dentro a ser prójimo y que la respuesta se encuentra ya dentro de mí. Tengo que llegar a ser una persona que ama, una persona de corazón abierto que se conmueve ante la necesidad del otro. Entonces encontraré a mi prójimo, o mejor dicho, será él quien me encuentre. Retomando lo anterior, podemos resaltar la virtud a primera vista, en Pedro Claver puesto que es precisamente su caridad, su amor al prójimo, a los pobres esclavos, a los desvalidos. Recordemos que a esta verdadera caridad no se llega sino a través de otra virtud: la abnegación. Abnegación y austeridad del Santo Claver son sorprendentes, rayan en el heroísmo; encontramos relación directa con lo planteado en el texto que hemos venido señalando.

Si esto es así, la propuesta de Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, tiene validez pues Pedro Claver es presencia de auténtico profeta, nos dio ejemplo, haciendo que su actitud sea más humana en la defensa de los desposeídos, ¡hoy llamados indignaos!. ¡Defensor Universal de los Derechos Humanos!

 “La actualidad de la parábola resulta evidente. Si la aplicamos a las dimensiones de la sociedad mundial, vemos cómo los pueblos explotados y saqueados de África nos conciernen. Vemos hasta qué punto son nuestros “próximos”; vemos que también nuestro estilo de vida, nuestra historia, en la que estamos implicados, los ha explotado y los explota. Un aspecto de esto es sobre todo el daño espiritual que les hemos causado. En lugar de darles a Dios, el Dios cercano a nosotros en Cristo, y aceptar de sus propias tradiciones lo que tiene valor y grandeza, y perfeccionarlo, les hemos llevado el cinismo de un mundo sin Dios, en el que sólo importa el poder y las ganancias; hemos destruido los criterios morales, con lo que la corrupción y la falta de escrúpulos en el poder se han convertido en algo natural. Y esto no sólo ocurre con África”.

 “Ciertamente, tenemos que dar ayuda material y revisar nuestras propias formas de vida. Pero damos siempre demasiado poco si sólo damos lo material. ¿Y no encontramos también a nuestro alrededor personas explotadas y maltratadas? Las víctimas de la droga, del tráfico de personas, del turismo sexual; personas destrozadas interiormente, vacías en medio de la riqueza material. Todo esto nos afecta y nos llama a tener los ojos y el corazón de quien es prójimo, y también el valor de amar al prójimo. Pues – como se ha dicho- quizás el sacerdote y el levita pasaron de largo más por miedo que por indiferencia. Tenemos que aprender de nuevo, desde lo más íntimo, la valentía de la bondad; sólo lo conseguiremos si nosotros mismos nos hacemos “buenos”  interiormente, si somos “prójimos” desde dentro y cada uno percibe qué tipo de servicio se necesita en mi entorno y en el radio más amplio de mi existencia, y cómo puedo prestarlo yo”.

Finalmente, el Papa en uso de su buen retiro, de una forma muy sintética reafirma sus principios humanísticos, que son precisamente semejantes a los de nuestro Pedro Claver Corberó: “¿No es cierto que el hombre, la criatura hombre, ha sido alienado, maltratado, explotado, a lo largo de toda su historia? La gran mayoría de la humanidad ha vivido casi siempre en la opresión; y desde otro punto de vista: los opresores, ¿son realmente la verdadera imagen del hombre?, ¿acaso no son más bien los primeros deformados, una degradación del hombre? Karl Marx describió drásticamente la “alienación” del hombre; aunque no llegó a la verdadera profundidad de la alienación, pues pensaba sólo en lo material, aportó una imagen clara del hombre que había caído en manos de los bandidos”.

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